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MI CUARENTENA

 

Sneijder Sebastián Angarita Hernández

Estudiante del grado 401

 

Toda venía tan normal hasta que en las noticias decían que un virus atacaba la población mundial, todo estaba tan tranquilo hasta que nuestros gobernantes decidieron que la población de mi capital tenía que resguardarse dentro de las casas hasta que se obtuvieran noticias de los estragos que venía haciendo un virus el cual y desde entonces, cambió la vida de la población mundial y que para mí marcó el inicio de una nueva vida. Un nuevo amanecer distinto a los demás nos regalaba Dios quizá para entender y comprender otros aspectos de la vida que yo no comprendía.

 

Trascurría el tiempo y con este, las noticias enmarcaban la cruda realidad en la que teníamos que vivir. La forma de ver la vida tenía que cambiar obligatoriamente o así me lo inculcaron mis padres, aquellos que pegados a la pantalla de un televisor veían como la población mundial desaparecía en la cruda realidad a la que nos acoplábamos diariamente. Mis profesores también debían adaptarse al tiempo, a los horarios y a los nuevos métodos de estudio que me hacían sentir un poco solitario sin la presencia de mis amigos, amigos que tuve que observar y sentirlos más lejos, acostumbrarme a solo ver sus caras y adaptarme al encierro que abruptamente me enseñó a valorar los espacios, las personas y las actividades diarias las que quizá nunca resalté o valoré.

 

Pasado el tiempo, entendí que debemos valorar las cosas simples, las personas cercanas y en general aprendí a ver la vida de una manera en la que debo valorar la vida, valorar y cuidar el mundo que Dios nos dio para vivir y desarrollarme como individuo dentro de una sociedad cambiante y que deja retos. El diario vivir entre prácticamente cuatro paredes me hizo fuerte para enfrentar la vida, supe que la resiliencia forma una coraza, forma un espíritu guerrero, también que en compañía de mis seres queridos iremos a salir adelante bajo de este cielo capitalino que tiene ya personas más conscientes de la nueva realidad en la que vivimos.

 

En conclusión, agradezco a Dios que antes, durante y después de esta pandemia yo pueda despertarme y poder hacer algo para ayudar a cambiar el mundo, ayudaré respetando y siguiendo los nuevos protocolos que ya hacen parte de mi vida y de algo si estoy seguro…. quizá yo solo no transforme el mundo, pero si transformaré mi vida.

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