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QUE DECIR DE ESTE TIEMPO DE PANDEMIA

 

Morelia Echeverry Velásquez

Docente de Ciencias Sociales - JM

 

Ha sido un tiempo raro, lo conecto con el 21 de noviembre de 2019, en donde sucedieron hechos, como el toque de queda, el miedo generalizado que se apoderó de todos los habitantes de Bogotá, en donde los vecinos corrieron a armarse para hacerle frente a los “malhechores” que estaban  ingresando a los conjuntos, para atacar y robar sus pertenencias, fue un rumor que corrió como esponja, todos  hablaban  y afirmaban que en uno u otro conjunto había sucedido y la gente sigilosa se instaló en las puertas de los conjuntos armados de palos, escobas vigilantes y desconfiando de todo el que se acercaba y era poco conocido, unos se organizaron para vigilar mientras otros dormían, surgió un aparente sentido de vecindad, mediado por el miedo.

 

Aquel noviembre fue una puerta de entrada a este tiempo, que sin saberlo se prolongó, ¿Será que hubo alguna relación? Entre estos hechos o son quizá una coincidencia.

 

En marzo cuando se fue instalando el miedo por un virus, que (para mi estaba muy lejano, en China) no imaginé que esto se prolongaría por tanto tiempo, es más, no le había puesto cuidado pues lo veía de otras tierras, nunca imagine que entraríamos a tanto tiempo de confinamiento.

 

Ha sido una experiencia acompañada por muchas fases de tipo personal en cuanto a sentimientos emociones y percepciones encontradas, al sentir miedo al contagio y a su vez sentir escalofrió al ver la ciudad apagada, en los primeros momentos de la cuarentena en donde los centros comerciales abrían sus puertas solo para comprar alimentos únicamente, se sentía la huida de miles de gente hacia sus  hogares, se sentía  la oscuridad de la economía que dejaba entrever el desempleo de miles de personas, se sentía el frio de la incertidumbre sobre lo que estaba pasando, se veía la desolación y el apagón del sistema del que somos esclavos millones de personas.

 

Este tiempo ha sido estar apagado en quietud completa y por muchos lugares del planeta viviendo momentos similares, calles y avenidas solitarias, desoladas, lugares de bullicio que en otro tiempo fueran visitados por miles de personas, buscando salir un poco de la monotonía quedaron en completa quietud, salir a la calle era visitar el mundo en quietud, fue enfrentarse a un mundo nuevo, en donde el silencio era el dueño los lugares más recónditos.

 

En términos sociales este tiempo de pandemia ha sido, contradictorio, por cuanto la desigualdad y la pobreza ha aflorado, por la ciudad a lo largo y ancho de las localidades, personas que clamaban por algo para  calmar el hambre, la desidia al no tener un techo en donde vivir y resguardase del temido virus, imperceptible a la vista, pero visible en el cuerpo y la respiración de quienes se infectan y no logran salir con vida por la acción de este diminuto que ha doblegado la “grandeza humana”.

 

El recorrido del virus letal que ha perseguido la vida ha sido también desigual y ha dejado a su paso la muerte de miles de personas, en su mayoría de la tercera edad.

 

El contagio en la ciudad inició en las localidades del Norte, en donde la mayoría de las personas se ubican en un estrato socioeconómico alto, (no es toda la localidad) pues las localidades en Bogotá presentan marcadas diferencias por cuanto habitan personas que se ubican en diferentes estratos por lo menos son visibles al norte de la ciudad.   En este estado de cosas los primeros brotes de la pandemia en Bogotá se ubicaron en Usaquén, y Engativá por su cercanía al Aeropuerto, y por los viajeros procedentes de otros países. De esta manera el virus se fue desplazando, hacia las localidades del sur, occidente y oriente de la ciudad, localidades como Bosa, Ciudad Bolívar, Kennedy en donde, la pobreza y el hambre son la constante, casi en todos los sectores, allí habita el grueso de los trabajadores, de todos los oficios formales e informales y en donde se ha presentado el mayor número de muertes en la ciudad, así que numerosas familias han enfrentado la pérdida de un ser querido en estos tiempos.

 

Las condiciones económicas, sociales, por las cuales ha pasado la población en estos tiempos ha estado acompañada también de la parte psicológica y mental que ha fraguado en las familias una delicada situación de convivencia, pues cada integrante de un núcleo familiar ha atravesado su propio duelo, dado por diversas condiciones como el aislamiento, la pérdida del empleo, el no poder asistir a los colegios por parte de los niños y jóvenes en plena edad en que socializar es una acción imprescindible para su formación.

 

Son muchos factores en este orden que han generado un cambio para el cual nadie estaba preparado, produciendo tensiones familiares hasta el punto de disparar la violencia intrafamiliar y vecinal en algunas ocasiones. Un tiempo fuerte para vivirlo, pero a su vez dejando a su paso enseñanzas y reflexiones para la vida de quienes han experimentado la incertidumbre ante un minúsculo desconocido, generado y transmitido por los seres humanos.

 

Quedaron a un lado, los abrazos, los besos y saludos efusivos y hasta las palabras han disminuido, por el miedo que genera el contagio del buen amigo o el vecino, así que en las calles medio vacías empiezan a salir las personas con un atuendo nuevo que tapa el rostro y apaga la sonrisa. 

 

Ese nuevo elemento que salva la vida y detiene el contagio, el tapabocas, en un principio prenda agotada y después el salvavidas económico de muchas empresas que encontraron en su confección una salida para aliviar su caída. Ese artefacto pequeño que de miles de colores y formas se ha convertido en parte de la moda el buen vestir y el buen vivir con el cuidado.

 

La educación, extrañamente en colegios y universidades ha dejado edificios, solitarios, vacíos, silenciosos, sin estudiantes grandes ni chicos, un tiempo de retos desde la casa de todos buscando caminos para continuar la formación e impartir conocimientos a través de la pantalla, que enfrenta los miedos, la rabia la tristeza y la esperanza de volver para unos y para otros quizá el rogar que no se acabe el año para estudiar o enseñar desde el encierro.

 

Mas de 150 días de confinamiento para contener el contagio y quitar velocidad al malvado, así como para alistar camas de hospitales dar a todos los enfermos una la atención y el cuidado para salvar su vida, según la versión de las autoridades.

 

Por estos días la enfermedad se hace presente, escuchar ambulancias es tan común que las sirenas, de aviso van y vienen durante el día, a veces suenan angustiantes porque es la vida la que está en juego, escucharla es imaginar el dolor y la muerte rondando por el barrio.

 

Pensamientos que se instalan, como si quisieran quedarse siendo recuerdo, siguiendo el rumbo de la vida en pandemia, ese tiempo extraño, que hemos tenido que vivir y comprender con algo de paciencia y optimismo con la esperanza en que todo pasará.

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